Mujeres silenciadas: una escatima histórica

La escritora y política Margarita Nelken (1894-1968).

El verano es una buena época para acercarse a las novedades editoriales que se han ido apilando en la mesita de noche durante el curso académico. Pero también es tiempo para releer obras insertas en nuestras bibliotecas, que nos sorprenden incluso más que cuando las leímos por primera vez. Esta ha sido mi experiencia estival con La conspiración de las lectoras, de José Antonio Marina y María Teresa Rodríguez de Castro.

El ensayo presenta la creación, desarrollo e influencia social y educativa del Lyceum Club Femenino de Madrid, entidad femenina creada en 1926 y desaparecida al final de la Guerra Civil, así como la historia de sus intelectuales. Releyendo sus nombres y sus obras, una siente que el sistema educativo español nos robó una parte de la historia, porque ni los estudiantes de bachillerato, y ni siquiera los licenciados en Literatura Hispánica, jamás oímos hablar de ellas.

Gracias a diversas investigaciones que intentan dar voz a las silenciadas podemos constatar que algunos de sus nombres empiezan a sernos familiares. A las algo más conocidas, como Clara Campoamor, Victoria Kent o Margarita Nelken, descubrimos un universo de poetas, periodistas, novelistas, traductoras o ensayistas republicanas que nunca formaron parte de los manuales de literatura: María de Maeztu, Zenobia Camprubí, Carmen de Burgos, María de la O Lejárraga, Luisa Carnés, Isabel Oyarzábal, Consuelo Berges, Concha Méndez, Elena Fortún, Constancia de la Mora, Hildegart Rodríguez, Carmen Baroja,…

¿Por qué hasta hace poco la generación del 27, por ejemplo, solo estaba formada por varones? ¿Por qué se nos ocultó que también existía una pléyade de escritoras a las que se les negó la voz? Hoy en día, después de conocer la historia de estas mujeres y sus fatales destinos, en la mayoría de los casos resulta imposible no concederles su propio espacio. Es más, debería resultar inviable acercarse a la vida y obra de los poetas varones de dicha generación sin tener en cuenta la labor de sus esposas intelectuales, que, además, tenían su creación particular y se dedicaban, muchas de ellas, a la traducción.

La escritora María Teresa León en 1930.

¿Cómo podemos explicar, sin que nos remuerda la conciencia, la vida y obra de Juan Ramón Jiménez sin aludir a Zenobia Camprubí?, ¿cómo enjuiciar la producción de Gregorio Martínez Sierra sin vincularla a la de María de la O Lejárraga?, ¿cómo abordar la labor literaria y el compromiso político de Rafael Alberti sin mencionar a María Teresa León?, ¿cómo comprender a Manuel Altolaguirre obviando a Concha Méndez?, ¿cómo evaluar la obra de Juan José Domenchina sin mencionar su complicidad con Ernestina de Champourcín? Todas ellas tuvieron voz propia, pero se las invisibilizó por ser mujeres, activas, disidentes y republicanas. Pasaron por la historia oficial sin dejar rastro, no por falta de méritos, sino porque el franquismo se encargó de borrar cualquier huella.

Por todo ello, me asalta una duda angustiosa: si ahora hemos descubierto una parte de la creación literaria española que había permanecido latente por razones políticas, ¿qué más nos habrá ocultado la historia?


Las personas interesadas en este tema pueden encontrar de su interés otro artículo reciente de Tradiling, Reivindicando “Lost women translators”, contribuido por Pilar Godayol.

Teresa Julio
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About Teresa Julio

Doctora en Filologia Hispànica i professora del departament de Traducció, Interpretació i Llengües aplicades de la Universitat de Vic-UCC. Investigadora del grup de recerca Grup d’Estudis de Gènere: Traducció, Literatura, Història i Comunicació (GETLIHC).
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